Leyendas del ABETO de NAVIDAD

by - 15.12.25

 


Este año, en el Especial de Navidad, he rescatado las leyendas y el significado del Abeto de Navidad, ese árbol de paz que es símbolo de vida eterna por sus hojas siempre verdes y su enorme altura cuya copa nos señala el cielo.

Los árboles tienen en todas las culturas un significado muy especial entre antropológico, místico y poético que representa el medio de unión entre el cielo y la tierra, entre lo humano y lo divino.


El árbol ahonda sus raíces en la profundidad de la madre tierra y se eleva alto y vigoroso hasta el cielo como signo de encuentro entre lo terrenal y lo celestial.

No es de extrañar que desde el Génesis, en el que aparece el árbol de la Vida que Dios otorgó a Adán y Eva en el Jardín del Edén, hasta nuestros días y a través de culturas diferentes, el significado siga siendo ese vínculo de unión.




Los antiguos germanos creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un árbol perenne y gigantesco llamado el Yggdrasil al que rendían culto cada año, en el solsticio de invierno, cuando suponían que se renovaba la vida. En su copa se hallaba Asgard (la morada de los dioses) y Valhalla (el palacio de Odín) y en las raíces profundas estaba Helheim (el reino de los muertos). La celebración de ese día consistía en adornar un árbol de encino con antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol. En torno a este árbol bailaban y cantaban celebrando el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad.

Cuentan que San Bonifacio, evangelizador de Alemania, derribó el árbol pagano que representaba al Yggdrasil y en su lugar plantó un pino como símbolo del amor perenne de Dios y lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano: las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y las velas representaban a Cristo, la luz del mundo.

Para los bretones (grupo celta de Bretaña), el árbol de Navidad fue descubierto por Persifal, caballero de la mesa redonda del rey Arturo, mientras buscaba el Santo Grial o cáliz de la Última Cena de Jesús. La leyenda cuenta que el caballero vio un árbol lleno de luces brillantes, que se movían como estrellas.




Otra leyenda sostiene que Martin Luther, el fundador de la fe Protestante, estaba caminando por un bosque en la víspera de Navidad cuando fue deslumbrado por la belleza de millones de estrellas que brillaban a través de las ramas de los árboles. Estaba tan impresionado por la belleza de la vista que cortó un pequeño árbol y lo llevó a la casa de su familia. Y para recrear la misma belleza que había observado en el bosque le colocó luces en todas las ramas.

Con el paso del tiempo los adornos evolucionaron cambiando manzanas por esferas y velas por dulces y regalos para los niños. Al parecer el primer árbol de Navidad como lo conocemos en la actualidad se registra en Alemania en 1605 y se vió por primera vez en Inglaterra en 1829, posteriormente el príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria lo plantó en 1841 en el Castillo de Windsor. En España, el primer árbol navideño se colocó en Madrid en 1870. Los inmigrantes alemanes lo llevaron a Estados Unidos dónde la costumbre quedó firmemente arraigada.


Así pues la tradición de poner un árbol de Navidad en nuestros hogares simboliza la armonía entre el cielo y la tierra, entre los que estamos aquí y los que están allá, entre lo humano y lo divino.

Los adornos también tienen un simbolismo; las luces que iluminan ese camino de unión y el camino hacia el cielo, las bolas o esferas, antes manzanas, que representan bienes y regalos de Dios hacia la humanidad, las cintas y girnaldas que son lazos de unión familiar y de amor y la estrella en la punta del árbol que es la luz divina, la estrella de Belén, el punto de unión.

Nota: El árbol de Navidad de las fotografías y que adorna mi casa es artificial. 

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